Hablar
en público es una cosa que hacemos en nuestro día a día y muchas veces lo
hacemos sin ni siquiera darnos cuenta, por ejemplo, en nuestro grupo de amigos,
en nuestra familia, con los compañeros de clase etc. El “problema”, por llamarlo
de alguna manera, viene cuando tenemos que hacerlo de manera más formal, por
ejemplo como lo hicimos en clase. Es en estas situaciones cuando nos ponemos
más nerviosos y cuando nos cuesta más expresarnos de forma fluida y natural.
Por ello es importante poner énfasis en algunos aspectos a la hora de hacerlo y
hacer una pequeña planificación de cómo quieres llevar la exposición, aunque
después la propia dinámica de la exposición nos lleve por un camino diferente
al que habíamos planeado. Para mí la clave a la hora de hacer una exposición
oral es crear en el oyente la necesidad de seguir escuchando, la necesidad de
aprender lo que le tienes que contarles. Algo muy fácil de decir pero muy
difícil de hacer. Para ello hay que transmitir emociones a los oyentes y
utilizar expresiones fáciles y un lenguaje corporal para generar interés y
entusiasmo sobre el tema. Es importante usar un tono de voz adecuado y utilizar
material de apoyo (fotos, videos, ejemplos prácticos…) para hacer la
presentación más dinámica. Si el tema da pie a ello, se puede interactuar con
los oyentes para hacerles partícipes de la presentación y para conocer su punto
de vista sobre el tema.
En
mi caso me hubiera gustado hablar de algún otro tema, como por ejemplo del
ciclismo que es mi gran afición, pero como entre clase y clase dispongo de muy
poco tiempo para preparar algo coherente y entretenido decidí hacer una
exposición sobre mi trabajo. Esto me permitió sentirme seguro y llevarla a cabo
prácticamente sin prepararla. Creo que mi mayor punto débil a la hora de
expresarme en público es que trasmito nerviosismo, es decir, aunque yo en el
fondo no me ponga nervioso, por mi forma de ser (un poco acelerado) acabo
explicando todo de manera rápida, y muchas veces, doy por hecho que los oyentes
saben cosas que no he explicado.
En
cuanto al uso de las rúbricas tengo que reconocer que no las conocía, pero me
han parecido una herramienta muy útil. Sobre todo para evaluar exposiciones
orales, presentación de proyectos finales de carrera, para evaluar protocolos que
sean muy mecánicos… Veo un poco más difícil el uso de las rúbricas para evaluar
exámenes ordinarios.
Desde
el punto de vista del evaluado, sí este conoce los aspectos que el evaluador va
a tener en cuenta, es de gran ayuda para saber de qué forma ha de prepararse ya
que sabe lo que el evaluador espera del evaluado.
Como
evaluador creo que también es una herramienta útil, sobre todo si la rúbrica la
prepara uno mismo. Más que para poner la nota como tal, el propio proceso de
preparar la rúbrica ayuda a tener claros los aspectos a evaluar. El pequeño inconveniente
que le veo a las rúbricas es que cuando evalúas a varias personas el mismo día
y evidentemente con la misma rúbrica, es inevitable acabar haciendo comparaciones
entre unos y otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario